sábado, 9 de enero de 2010

NO ES UNA SITUACIÓN NUEVA: YA HUBIERON OTROS MANIFIESTOS


NOS ES UNA SITUACIÓN NUEVA. Ya en el 2003 el periódico publicaba un manifiesto de la presidenta de la asociación de animadores independientes que se quejaba de la situaciÓn de la industria. He recuperado el artículo, lo podéis leer abajo.



MANIFIESTO A FAVOR DE LA ANIMACIÓN

CRISTINA BRANDNER
PRESIDENTA DE LA ASOCIACIÓN DE PRODUCTORES INDEPENDIENTES DE ANIMACIÓN


Por primera vez desde hace décadas, las jóvenes generaciones españolas no tienen prácticamente dibujos animados hechos en su país con los que entretenerse o educarse. A diferencia de sus padres o de sus hermanos mayores, que conocieron en la televisión a los gnomos, a D'Artacán, a los Trotamusicos, a los Fruitis, Les tres bessones , a Don Quijote y a tantos otros personajes, ellos no pueden disfrutar de series o programas de animación españolas. Sólo el 6% de los dibujos animados que ven a través de las televisiones son de producción española.
En su lugar, ven historias concebidas, algunas, desde otras culturas, pero la mayoría desde planteamientos industriales que no persiguen ningún interés cultural o social salvo el estrictamente económico para sus productores. El 44% de las historias animadas provienen de Estados Unidos y el 23% de Japón.
Los medios de comunicación son omnipresentes en el medio ambiente cotidiano en el que se desarrolla la vida de nuestros jóvenes. Las pantallas de televisión han pasado de ser algo mítico y sorpresivo, como hace 20 años, a objetos fundamentales y rutinarios, simples y lúdicos, dadas las potenciales prestaciones que ofrece: desde el entretenimiento de la propia programación televisiva a la de los videojuegos, pasando por la información, educación o participación de los servicios en línea de los ordenadores.
El consumo de la televisión se hace de un modo colectivo, en especial con la familia, y es un soporte formidable para los intercambios personales. En una reciente encuesta europea, 8 de cada 10 niños dicen que hablan de la tele con otros niños en el colegio, además de con sus padres y hermanos. A través de la televisión también aprenden a vivir en grupo y es a través de las series y programas de televisión un terreno privilegiado para iniciarse a las reglas del juego social. Es un medio para aprender sobre los otros además de un medio privilegiado para hablar de sí mismo. De ahí la importancia de que estos programas y series respondan a las necesidades de nuestra cultura.
Por todo ello, solicitamos de las autoridades la necesaria protección de los espectadores más jóvenes. Es necesario tener en cuenta que existe un público no comercial, que es el que tiene menos de cuatro años y que exige series, especialmente de animación, que sean capaces de comprender. Esta política debe ser ampliada con programas para mayores de esa edad, entre los que se encontrarán las series animadas.
Las cadenas deben reducir o eliminar las series infantiles y juveniles, especialmente de animación, cuyos contenidos transmiten formas de pensar muy alejadas a las nuestras, generando modelos de comportamiento que pueden perjudicar su desarrollo mental o moral. La televisión para niños y jóvenes es la que precisa de una regulación más clara y precisa, no pudiéndose dejar esta materia al funcionamiento del mercado y, mucho menos, al de las audiencias. Es necesario el establecimiento de cuotas de emisión y producción, en especial en las cadenas públicas y los canales digitales especializados en estas audiencias. También es necesario que ninguna cadena pública firme acuerdos de out-put deal con Hollywood, que suponen la monopolización de estos contenidos a su favor.
Es importante hacer un llamamiento a la industria de producción de contenidos especializada en este tipo de audiencias para que a cambio de fijar unas cuotas de producción, ofrezcan contenidos amistosos y correctos, sin violencia ni referencias explícitas sexuales, y a favor de unos valores comunes: el respeto a la persona, la tolerancia y las diferencias.
Por último, debe exigirse a las autoridades económicas de los gobiernos las dotaciones presupuestarias explícitas para que las cadenas de TV, especialmente las públicas, puedan hacer frente a este tipo de programación sin que los objetivos de audiencia impliquen un malbaratamiento de las obligaciones educativas para este público.

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